Santa Catalina

El 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús, el pueblo de Llamas de la Ribera acude en romería a la Ermita de Santa Catalina situada en el vecino pueblo de Secarejo.

En las casas se preparan las tortillas, empanadas, embutido, dulces, avellanas y nueces para degustarlo tras la misa.

A partir de las once de la mañana y tras el repique de campanas, bien a pié, caballo, carro, tractor o camiones, los vecinos suben a la ermita habiendo cruzado el Órbigo y los pueblos de Azadón y Secarejo para oír la misa de Una. No son pocos los años en los que los tractores con los carros se han visto atollados en las aguas del río.

Los fieles que lo deseen podrán besar y adorar la reliquia de la Santa al finalizar la misa. Es el momento de dar las gracias por los favores cumplidos y ofrecer promesas. Testigo del cumplimiento de esas promesas es el singular conjunto de exvotos y retratos que aún se conservan dentro de la ermita.
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Llega el momento de sacar las viandas y para acompañarlas nunca faltan el vino y las galletas (colombianos, artiach,…) cortesía de la junta vecinal.
Comienza el baile, en el que nunca pueden faltar la jota y los pasodobles, hasta que llegan las Seis y hay que entrar a la ermita a cantar la Salve «Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida y dulzura, esperanza nuestra…» y despedir a la Santa hasta el año que viene.
Antiguamente, antes de entrar en el pueblo de Llamas, al regreso, se paraban todos los vecinos para entrar a pié en la Iglesia, yendo en procesión con el pendón al son del repique de campanas.

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